París-Roubaix: historias para enamorarte del Infierno

París-Roubaix: historias para enamorarte del Infierno

París Roubaix
Imagen: ASO / Pauline Ballet.

La clásica París-Roubaix es una carrera que se disputa en carreteras del siglo XIX con bicicletas del siglo XXI.

Es el Monumento ciclista con mayúsculas. Una cita anual con la leyenda en un rincón del norte de Francia fronterizo con Bélgica. Tradicionalmente (salvo excepciones, como 2021 y 2022), se disputa el segundo fin de semana de abril, justo después del Tour de Flandes.

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Conocido como El Infierno del Norte, la París-Roubaix consiste en 250 km de tortura. Cincuenta de ellos, por tramos adoquinados, que se concentran en la segunda mitad del recorrido.

Digamos que después de 100 km de calentamiento, la locura se desata.


Te puede interesar. ¿Qué hace falta para ganar la París-Roubaix? ¿Es tan necesario contar con experiencia en la prueba? Hablamos con Saúl Miguel al respecto. Saúl es comentarista de ciclismo en Eurosport y una de las personas que mejor conoce los Monumentos ciclistas.

Puedes visitar aquí la cuenta de Saúl en Twitter: kapelmuur29


Bienvenidos a la carrera de lo imprevisible. Vamos con algunas claves para comprender la dimensión histórica de este acontecimiento, que va más allá de la práctica ciclista.

¿Cómo surgió la París-Roubaix?

La París-Roubaix nació en 1895 gracias a dos empresarios textiles de la región de Roubaix: Théodore Vienne y Mauricio Pérez (de ascendencia española). Impulsaron la construcción de un velódromo y decidieron crear una carrera ciclista para promocionarlo.  Arrancaría de París y acabaría en La Ciudad de las Mil Chimeneas. De este modo llamaban a Roubaix a finales del siglo XIX, merced a su vigor industrial.

Contaron con el apoyo del periódico deportivo Le Vélo. En su origen, se concibió como un entrenamiento para la Burdeos-París (600 km), que era la carrera más famosa de la época. El primer ganador fue el alemán Joseph Fischer. Llegó a meta con 25’ de ventaja sobre el segundo clasificado, tras un recorrido de 280 km, a una media de 30 km/h.

París Roubaix pelotón
Imagen: ASO / Pauline Ballet.

¿Cuáles son los tramos más dramáticos de la Paris Roubaix?

El drama de la Paris Roubaix discurre en sus tramos de pavés. En números redondos, son 30 sectores de adoquines. Ninguno llega a los 4 km, pero todos se hacen eternos.

Dependiendo de su dificultad, reciben una calificación de una a cinco estrellas. Depende de la longitud, del trazado y del estado de conservación del propio adoquinado.

¿Cuáles son los tramos de cinco estrellas y, por tanto, los más exigentes?

  • El tramo del Bosque de Arenberg, casi tragado por la vegetación, es uno de los símbolos de la carrera. Bien es cierto que su presencia en la prueba data de 1968, una edición ganada por Eddy Merckx. Es el primero de los tres sectores de cinco estrellas. Aunque se sitúa a 100 km de meta, suele provocar la primera gran selección. No es el tramo más largo (2,4 km), pero los adoquines parecen como esparcidos al azar. Muchos ciclistas apuran las cunetas para salvarlos y las caídas son frecuentes. Suele decirse que en Arenberg no se gana la Roubaix , pero sí es el lugar donde más de uno la pierde. Por aquí la ruta discurre bajo el viaducto, por donde circulaban los trenes de carbón en tiempos ya lejanos.

    Paris roubaix
    Imagen: ASO / Pauline Ballet.
  • El segundo tramo de cinco estrellas es Mons-en-Pévèle. Tiene 3.000 metros de longitud y se encuentra a 50 km de meta. Digamos que marca el principio del fin del Infierno del Norte. Un trazado endiablado con curvas de noventa grados añade todavía más dramatismo. Habilidad y fuerza bruta resultan aquí imprescindibles.
  • Situado a apenas 15 km para el final, el Carrefour de l’Arbre es el último tramo cinco estrellas que los ciclistas afrontan después de un trayecto agotador. Después, será cuestión de apenas tres sencillos sectores antes de meta.

Otros tramos de interés

Aunque no son de cinco estrellas, existen más tramos que merecen un comentario.

Uno de ellos es Troisville, el primer tramo adoquinado de la carrera. Por esta razón, resulta nervioso. Los corredores buscan su posición y la tensión se corta con cuchillo. Es un tramo descendente, por lo que la velocidad es alta y los pinchazos son frecuentes. Además, es un punto donde suele acumularse el barro, incluso en jornadas de sol espléndido.

Paves de la Paris Roubaix
Imagen: ASO / Pauline Ballet.

Otro sector destacable es Orchies. Situado a unos 60 km para meta, no es especialmente largo (1,7 km), pero la piedras aquí son bestiales. Los ciclistas deben negociarlas entre la multitud, las curvas y la nubes de polvo, lo cual genera estampas de verdadero caos.

Y por último, no hay que olvidar la entrada en zona de meta. Una llegada situada en el Velódromo André Pétrieux, al que los ciclistas deben dar una vuelta y media antes de poner fin al martirio.

Un anillo, por otra parte, un tanto destartalado que se llena de luz una vez año. La guerra hizo aquí de las suyas: la pista de madera quedó destrozada y fue sustituida por cemento.

París Roubaix meta
Imagen: ASO / Fabien Boukla.

¿Qué importancia tienen los voluntarios?

La labor de las personas voluntarias en esta prueba es esencial. Les Amis de Paris-Roubaix es el nombre de una asociación cuyo objetivo es preservar los adoquines de la París-Roubaix.

Las labores de mantenimiento son imprescindibles. Buena parte del empedrado es zona de uso agrícola que sufre con el hielo, las lluvias, el paso de tractores, etc.

El pavés del Infierno del Norte está declarado Patrimonio Cultural de la región de Hauts-de-France. Sin embargo, ello no impide que el robo de adoquines sea habitual a lo largo de todo el año.

Cada primavera, Les Amis de Paris-Roubaix, con la ayuda de algunas escuelas de formación profesional, se ocupa de reponer los adoquines, cuyo peso ronda ¡los 5 kg! Casi nada.

Durante el resto del año, la asociación realiza una intensa labor divulgativa a través de diversas publicaciones. También es el colectivo que hace entrega del trofeo de la victoria al ganador de la prueba, que desde 1977 es un auténtico adoquín tallado.

Paris Roubaix ganador
Imagen: ASO / Pauline Ballet.

Las duchas de la París-Roubaix

En 1928, construyeron al aire libre las duchas de la escuela de Roubaix. Las edificaron junto al velódromo donde acaba la prueba y hoy son un lugar de culto para los amantes del ciclismo.

En los años 90, los autobuses de los equipos con ducha incluida se fueron generalizando. Hasta entonces, buena parte del pelotón aguardaba su turno para limpiarse la mugre justo después de la carrera. Hoy siguen siendo utilizadas por algún que otro corredor nostálgico empeñado en mantener la tradición.

Philippe Gilbert (ganador en 2019) suele recordar que en su debut en la París-Roubaix (2007), su director de equipo en FDJ (Marc Madiot) obligó a todos sus ciclistas a pasar por esas duchas «para vivir una parte de la historia del ciclismo».

Cada cabina de hormigón cuenta con una placa en recuerdo a cada uno de los ganadores de la carrera, lo que contribuye a perpetuar la leyenda.

Paris Roubaix duchas
Imagen: ASO / Pauline Ballet.

¿Por qué llaman a la París-Roubaix El Infierno del Norte?

Quizás pienses que el origen tiene que ver con la dureza extrema de la prueba. Error.

Entre 1915 y 1918, la Gran Guerra impidió la disputa de la París-Roubaix. En 1919, dos periodistas de L’Auto viajaron al norte de Francia con la intención de retomar la celebración de la carrera. Por aquellos años, L’Auto era el periódico que organizaba la prueba.

Uno de ellos, Eugène Christophe, al contemplar el panorama, se refirió a este territorio como El Infierno del Norte. Junto a su compañero, Victor Breyer, asistieron a un paisaje apocalíptico. En sus crónicas hablaban de “agujeros de obuses, tumbas por todas partes, árboles que parecen esqueletos, casas convertidas en paredes desnudas, escombros…”.

Pese a todo, la edición de 1919 se disputó finalmente como una forma de superación del drama que para todos supuso la guerra. Participaron 100 ciclistas y ganó el francés Henri Pélissier. Sin duda, un desafío tanto físico como psicológico.

La primera París-Roubaix femenina

Uno de los grandes hitos de la historia reciente de la París-Roubaix fue la celebración de la prueba femenina.

En 2021, la ciclista británica Lizzie Deignan se convirtió en la primera campeona después de un ataque en solitario a casi 100 km para meta. Cruzó la línea de meta con el manillar manchado de sangre, una prueba más de la dureza del recorrido. El premio designado para la vencedora aquel año fue de 1.535 €, que contrasta con los 30.000 € destinados para el ganador masculino.

Paris Roubaix femenina
Imagen: ASO / Fabien Boukla.

Ciclistas míticos de la París-Roubaix

Si la París-Roubaix es leyenda del ciclismo, lo es gracias a sus actores principales: los ciclistas.

Históricamente, los belgas han sido dominadores, con 57 victorias de las 118 ediciones celebradas. Belgas son Roger De Vlaeminck y Tom Boonen, los únicos que han conseguido vencer cuatro veces. Tras ellos, franceses (28 victorias), italianos (14), neerlandeses (6) y suizos (4).

¿Y qué pasa con los españoles? Digamos que los Monumentos ciclistas no han sido terreno abonado para ellos. Y una prueba tan específica como la París-Roubaix, todavía menos. Sí que hay que destacar a Miguel Poblet (tercero en 1960) y muy especialmente a Juan Antonio Flecha (2º en 2007 y 3º en 2005 y 2010).

Ciclistas que han hecho historia en la París-Roubaix

Aquí van algunos nombres que han hecho historia en El Infierno del Norte.

  • Roger De Vlaeminck (Bélgica). Apodado Monsieur Paris-Roubaix, comparte con Tom Boonen el récord de cuatro victorias (1972, 1974, 1975 y 1977). Es considerado el maestro indiscutible de la prueba. Hábil estratega y consumado corredor de ciclocross, se retiró en 1988. El mismísimo Eddy Merckx, que sufrió una de sus victorias, dijo una vez: «Es como si supiera la ubicación exacta de cada adoquín».
  • Tom Boonen (Bélgica). Sin duda, uno de los mejores corredores de clásicas de la historia del ciclismo. Consumado especialista en carreras con adoquines, ganó cuatro veces la París-Roubaix (2005, 2008, 2009 y 2012). También se llevó el Tour de Flandes en tres ocasiones y fue campeón del Mundo en ruta. Su palmarés es inmenso: el Roger De Vlaeminck de los tiempos modernos.

    Paris Roubaix Tom Boonen
    Imagen: ASO / Pauline Ballet.
  • Rik Van Looy (Bélgica). Ganador de tres ediciones (1961, 1962 y 1965) es el único ciclista de la historia que fue capaz de vencer en los cinco Monumentos. Ni siquiera Merckx pudo lograrlo. Venció su última Roubaix cuando todos lo daban por acabado. Pero su mejor actuación se produjo en una edición que no ganó, en 1967. Diez corredores llegaron al velódromo de Roubaix para disputar la victoria. Entre ellos, tres campeones del mundo: el holandés Jan Janssen, el alemán Rudi Altig y el propio Van Looy. Y por si fuera poco, también otro que ganaría el Mundial ese mismo año: Eddy Merckx. Van Looy fue derrotado por Janssen, pero nunca un segundo puesto tuvo tanto sabor a victoria.
  • Eddy Merckx (Bélgica). El Caníbal ganó tres París-Roubaix (1968, 1970 y 1973). Lo que era normal para él, era sobrenatural para el resto de ciclistas. En una carrera que a veces se decide por centímetros, Merckx ganó en 1970 por más de cinco minutos: la mayor diferencia lograda por un ganador desde la Segunda Guerra Mundial. Y se impuso, precisamente, al gran Roger De Vlaeminck.

    Paris Roubaix Eddy Merckx
    Imagen: ASO / G. Demouveaux.
  • Bernard Hinault (Francia). El ciclista bretón, ganador de cinco ediciones del Tour de Francia, se llevó la París-Roubaix en 1981. Sin embargo, fue el autor de una de las citas más celebres de esta carrera. «La París-Roubaix es una mierda», dijo tras su victoria. En esa edición sufrió tres caídas, una de las cuales fue provocada por un perro. Ello no le impidió ganar en solitario enfundado con el maillot de campeón del mundo. Inexplicable.
  • Fausto Coppi (Italia). Segundo en las ediciones de 1952 y 1955, el campeón italiano no se prodigó demasiado en Roubaix. Sin embargo, en 1950 aplastó a todos con su talento, rompiendo el pelotón en mil pedazos. Participó por última vez en 1959, un año antes de morir de malaria tras un viaje por África.
  • Fabián Cancellara (Suiza). Espartacus ganó tres ediciones de la París-Roubaix (2006, 2010 y 2013). Para el recuerdo su exhibición de 2010. A 50 kilómetros para meta, se marchó en solitario del pelotón de favoritos, atrapó a un grupo de fugados y llegó en solitario a Roubaix con más de dos minutos de renta sobre Thor Hushovd y Juan Antonio Flecha. Portentoso.

    Paris Roubaix Cancellara
    Imagen: ASO / Beardy McBeard
  • Gilbert Duclos-Lassalle (Francia). El suyo es el claro ejemplo de una historia de amor con la París-Roubaix. En su primer año como profesional (1980) ya fue segundo. Desde entonces, siempre fue considerado candidato al triunfo. Pero este no llegaba. No fue hasta el final de su carrera cuando por fin alcanzó su sueño, a la edad de 38 años. Y lo hizo por partida doble: en 1992 y 1993. El destino estaba escrito.
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