¿Eres de esos ciclistas que a la mínima bajada se agarran a los frenos como si no hubiera un mañana? ¿Te agobia el recuerdo de una caída cuando desciendes un puerto a tumba abierta? ¿Eres incapaz de pensar en curvas y en velocidad sin sentir un pinchazo en el estómago?
No sufras porque no estás solo. Para muchos ciclistas, descender con dignidad un puerto y mantenerse en la grupeta supone un problema. Y no es algo que les ocurra únicamente a los ciclistas novatos. Sin ir más lejos, ahí tenemos el ejemplo de
Remco Evenepoel, un ciclista portentoso que suele mostrar debilidad en los descensos, seguramente motivada -en parte- por aquella escalofriante caída en el Tour de Lombardía de 2020.
El miedo en la bici tiene un enorme poder de atracción; cuanto más pensamos en el el peligro, más riesgo corremos de tener un percance.
Pero muchas veces nuestra torpeza o nuestros miedos sobre la bici son el resultado de
creencias limitantes que tienen poco fundamento. Y sabido es que el miedo tiene un poder de atracción innegable. Cuanto más pensamos en él, más boletos compramos para meternos en problemas.
Vamos a repasar algunas cuestiones que te ayudarán a
bajar más rápido y con más seguridad. En especial, cuando la pendiente se acentúa y la carretera se vuelve revirada. Son las curvas, precisamente, las grandes
enemigas del ciclista temeroso.
Concéntrate en la carretera únicamente
Cuando desciendes un puerto, no puedes pensar que puedes sufrir un accidente. No debes visualizar esta circunstancia en tu mente. Si lo haces,
te bloquearás y cualquier bajada se convertirá en un experiencia desagradable.
Existen fórmulas para evitar esta circunstancia. Por ejemplo, trazar curvas tratando de
imitar a un compañero de grupeta que vaya por delante y que baje con seguridad. Esa concentración ahuyenta nuestros miedos; simplemente nos abstraemos y, sin darnos cuenta, bajamos más rápido.
Otra percepción limitante: cuando descendemos con excesivas precauciones, sin confianza, tendemos a minusvalorar la
capacidad de nuestra bici para negociar curvas. En estos casos, el agarre al asfalto es mayor del que una persona inexperta suele exigirle.
Sin embargo, tendemos a bloquearnos, pensamos que la bici no va a aguantar y tomamos decisiones equivocadas. Por eso mismo, podemos acabar en el suelo. Por culpa del miedo.
Descender relajadamente es clave para incrementar la seguridad.
Prepárate para afrontar las bajadas
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Imagen: Gorfer (Getty Images).[/caption]
Lo primero que debes hacer es asegurarte de que el
material de tu bicicleta es el adecuado. Revisa que los neumáticos mantengan su dibujo. Atiende también a las presiones y anchura de neumáticos.
En este sentido, una presión delantera algo menor que la trasera puede ser una buena idea, ya que incrementa la tracción de la misma. Recuerda que un bloqueo o patinazo de la rueda trasera puede rectificarse; pero si ocurre delante, el accidente es casi seguro.
Presiones más bajas y cubiertas más anchas contribuyen a incrementar la seguridad. Es innegable que la generalización de las 25 mm, e incluso 28 mm, favorece el manejo de las personas menos hábiles en descensos.
Una de las sensaciones más adictivas es la de bajar puertos trazando curvas con confianza y disfrutar a tope del descenso.
No aspiramos a que te conviertas en la bestia de los descensos. Simplemente, que disfrutes de una de las mejores sensaciones que un ciclista de carretera puede experimentar: bajar puertos con alegría y trazar curvas con confianza.
Vigila tu posición en la bici
Concéntrate en la posición sobre la bici y en la
distribución del peso de tu cuerpo sobre la misma. Inclina la bici en las curvas, pero no gires el manillar. Simplemente, distribuye el peso entre la mano del interior de la curva y el pie exterior. Aprieta este con fuerza hacia abajo como si fuera un contrapeso. De este modo, girará la bici, pero tu cuerpo se mantendrá equilibrado.
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Imagen: Gorfer (Getty Images).[/caption]
Si ves que la curva se cierra algo más de lo previsto, aplica más presión con la mano en el mismo lado del manillar hacia el que gira la curva. Por pura inercia, la bici entrará en la curva.
Es una
cuestión de práctica que puedes entrenar. ¿Quieres saber cómo? Toma una pendiente conocida y trata de descender por ella cada vez a más velocidad. Ganarás en confianza. Casi sin darte cuenta, harás pasadas más rápidas, frenarás menos y tumbarás más la bici.
Para entrenar las bajadas, toma una pendiente conocida y trata de descender por ella cada vez a más velocidad. Ganarás en confianza.
Desciende con las manos en la parte baja del manillar con los
brazos y muñecas semiflexionados, relajados, como si fuera una extensión de tu bicicleta. Con esta posición consigues dos cosas: bajas tu centro de gravedad y distribuyes mejor el peso de tu cuerpo, con especial incidencia en la rueda delantera, aumentando la tracción. Es la rueda que más nos puede meter en problemas. Ambas cuestiones influyen en estabilidad y en seguridad.
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Una postura que te puede dar estabilidad extra es
sacar hacia fuera la rodilla del lado hacia el que gira la curva. Para entendernos, actúa como si fueras un motociclista. Fíjate que muchos ciclistas profesionales adoptan esta técnica.
Domina la técnica de negociar las curvas
No te lances a las bravas. Al principio, deja aparcada la velocidad hasta que adquieras suficiente confianza. Concéntrate primero en trazar suavemente aprovechando todo el ancho de la calzada; mejor dicho, de tu carril, si es que ruedas por carreteras con tráfico abierto.
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Imagen: Igoraquaman.[/caption]
La forma de actuar debe ser la siguiente:
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Para entrar a la curva: ábrete todo lo que puedas hacia el exterior a velocidad controlada. Frena antes de entrar, apretando los dos frenos. A partir de ahí, suéltalos y deja que la bici se deslice de manera natural.
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Para salir de la curva: a mitad de la misma, atácala por el interior, trazando una especie de línea tangente, y sal de la misma abriéndote de nuevo hacia afuera.
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El foco de tu mirada es fundamental. Es importante que apunte siempre hacia la salida de la curva. Sólo con este gesto, tu cuerpo adoptará una postura estable. Nunca mires hacia abajo o justo delante de la bicicleta. Tampoco recrees tu atención en aquellos objetos u obstáculos que quieres evitar. Tu bici irá por donde le marque tu mirada. Es la única forma de anticiparte.
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Frena siempre en línea recta y evita hacerlo en plena curva, salvo en caso de emergencia y con extrema suavidad. Frenar con brusquedad en una curva es el pasaporte hacia un accidente. Si ves que la bici se lanza y te ves obligado a frenar con firmeza, echa hacia atrás la posición del trasero. De este modo, compensarás la inercia del cuerpo a lanzarse hacia adelante.
Cuando domines esta técnica, podrás ir incrementando la velocidad.
Anticípate al peligro
Ten en cuenta que la
anticipación es una de las recetas para evitar posibles problemas. Digamos que debes interpretar cada curva: prever la presencia de gravilla o elementos resbaladizos (como aceite o excrementos de animales), examinar el peralte, intuir si puede cerrarse más de lo previsto, atender a las señales del tráfico, a las líneas de la carretera, a los quitamientos, etc. No pierdas de vista, por supuesto, el tráfico de vehículos.
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Imagen: Gorfer (Getty Images).[/caption]
En cualquier caso,
relájate y concéntrate en disfrutar. Si resulta inevitable sufrir en las subidas, evitemos seguir haciéndolo al bajarlas. ¿No te parece?
Si tu cuerpo está tenso, es mucho más difícil manejar tu bici. Ten en cuenta que eres
parte de la suspensión de tu máquina. Imagina tu cuerpo como una prolongación del cuadro de tu bici. Tienes que fluir con ella, acompañarla en su reacciones.
Fíjate en los
ciclistas profesionales. No te imaginas lo que puedes aprender contemplando cómo negocian los descensos. Escoge a tu ciclista favorito e intenta imitarlo en la próxima salida. Pero eso sí, mucho más despacio. También es muy útil, con hemos apuntado anteriormente, observar a nuestros compañeros de grupeta con más habilidad en las bajadas.