Consecuencias de adoptar el régimen alimenticio de un ciclista profesional
Huevos, carne, cereales, pasta, arroz, lácteos, batidos, barritas energéticas... Éstos son algunos de los ingredientes que conforman la dieta diaria de un ciclista profesional durante una gran ronda por etapas como el Tour de Francia. Hasta aquí nada fuera de lo común. Lo que diferencia esta dieta de la de cualquier otro aficionado o deportista amateur son las cantidades de estos platos que llegan a ingerir en plena competición. Durante el transcurso de cada etapa los corredores consumen de 250 a 400 kilocalorías por hora mientras pedalean, lo que hace una media de 2.000 kilocalorías sin bajarse de la bicicleta.
Sin embargo, esta cifra se queda corta cuando se trata de contabilizar el total de lo que comen a lo largo del día. Incluyendo el desayuno, la cena y las comidas en el transcurso de la etapa un ciclista profesional consume de media unas 6.000 kilocalorías por cada uno de los días del Tour de Francia. En las etapas de montaña, donde la exigencia energética es mayor, llegan a superar las 8.000 kilocalorías. Según el menú que confeccionan los médicos y nutricionistas de cada equipo, aproximadamente el 60 por ciento de los nutrientes deben ser hidratos de carbono. Tanta comida dando vueltas en el estómago de manera continua hace que las dolencias estomacales sean algo frecuente en el pelotón.
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¿Y qué pasa si se sigue la misma dieta sin subirse a la bicicleta? Un periodista noruego lo ha comprobado sentándose a la mesa para comer 8.290 kilocalorías en una jornada.
El resultado lo podéis ver en este vídeo: