Cuando nos disponemos a adquirir una bicicleta, una de las posibilidades entre las que podremos elegir será el material en el que está fabricado el cuadro, ¿es mejor comprar una bicicleta con cuadro de aluminio o una bicicleta con cuadro de carbono?
Con los años y su abaratamiento, se ha generalizado tanto la elección del carbono que hay quien afirma que las bicis “buenas” son las fabricadas en este material, quedando la percepción de que el aluminio está más enfocado a bicicletas de gama inferior y montajes más modestos. De hecho, las marcas tienden a destinar este material a los modelos de entrada de sus diferentes gamas, siendo los modelos superiores los de carbono.
¿Pero podemos afirmar que una bicicleta de carbono será siempre una bici mejor? La respuesta es un no rotundo.
El carbono cuenta con innegables virtudes, como su capacidad de flexión y absorción, y su rigidez. En el ciclismo de carretera es muchísimo más cómodo. En cuanto a la bicicleta de montaña, añade un pequeño extra de amortiguación al que ya aportan las suspensiones. Y sobre todo está la virtud más celebrada en este material: su mayor ligereza.
Pero todo tiene su contra, y el hecho de que el cuadro de una bicicleta sea de carbono puede suponer una diferencia sustancial en su precio final, incluso a igualdad de componentes, haciendo que en ocasiones esté justificado que nos planteemos adquirir un modelo de aluminio.
Las marcas suelen aumentar la calidad de los componentes con los que equipan a sus cuadros según sea el material de los mismos, relegando los montajes más económicos a los modelos de aluminio. Pero a veces podemos encontrar marcas que en dos modelos propongan unos componentes prácticamente idénticos, a excepción del material cuadro.
Scott Scale de aluminio vs Scott Scale de carbono
[caption id="attachment_6493" align="alignnone" width="900"]
(Imagen: B.Stokes - Unsplash)[/caption]
Tomemos un ejemplo: la gama de
bicicletas de montaña Scott Scale de este año 2016. El modelo 740 es el tope de gama en cuanto a los montajes en aluminio, y equipa horquilla Fox Float 32 Performance con control remoto, cambio y pulsadores Shimano XT de 22 velocidades, desviador XT, bielas igualmente XT, piñones XT y unos frenos hidráulicos Shimano SLX. Sorprende que además monte unos anecdóticos pedales de plástico Wellgo. El peso total asciende a 11.2 kilos, con un precio en catálogo de 1999€.
El modelo de carbono equivalente por precio sería el Scale 735, con un montaje francamente inferior: a igualdad de horquilla, el cambio -pese a seguir siendo Shimano XT- se queda en 20 velocidades. El desviador, bielas y piñones son de la gama Deore, mientras que los frenos son unos pobres M-386, no especialmente reconocidos por su capacidad de retención. El peso queda en 10.9 kilos (recordemos que el modelo de aluminio monta unos “pedales” de plástico que aumentan el peso final, inexistentes en el modelo 735), y el precio de catálogo es de 2299€.
Es decir, el carbono supone una diferencia de 300 euros más por un montaje inferior y un peso prácticamente idéntico. Para igualar el montaje del modelo 740 de aluminio, habría que irse a la Scott Scale 710 de carbono, en el que a excepción de una horquilla de un modelo superior, el resto de piezas mecánicas son las mismas. El peso baja sustancialmente, esta vez sí, hasta los 10.2 kg, pero el precio se dispara hasta los 3.500 euros.
¿Merece la pena pagar 1500 euros más por un cuadro de carbono y una horquilla un escalón superior que tan sólo reducen 1 kilo de peso? Con esos 1500 euros ahorrados en el modelo de aluminio se podrían cambiar otros componentes, como las ruedas y la horquilla, equiparando el peso de ambas, y probablemente seguiríamos ahorrando dinero.
Resumiendo, nuestro consejo desde Tuvalum es que nunca descartéis las bicicletas de aluminio, pues podéis encontraros auténticas joyas.