Los pedales automáticos son un componente esencial en el ciclismo, tanto en bicicletas de montaña como en bicicletas de carretera. Su uso permite mejorar la eficiencia del pedaleo, optimizar el control sobre la bicicleta y evitar posturas incorrectas que pueden derivar en lesiones a largo plazo. Gracias a su sistema de anclaje, proporcionan una sujeción óptima y favorecen un pedaleo más fluido y equilibrado, lo que se traduce en un mejor rendimiento en cualquier tipo de terreno.
De hecho, los pedales automáticos han sido una de las 10 innovaciones más revolucionarias en el ciclismo, impactando tanto a quienes practican ciclismo de carretera como a los aficionados al MTB. Desde que Bernard Hinault los utilizó con éxito en el Tour de Francia de 1985, han sido objeto de debate entre ciclistas de todos los niveles. ¿Son realmente imprescindibles para mejorar la experiencia sobre la bicicleta? ¿O existen alternativas viables para quienes buscan comodidad sin comprometer la seguridad?
En este artículo analizamos los pros y contras de los pedales automáticos y te ayudamos a decidir si son la mejor opción para tu estilo de ciclismo, ya sea en rutas de montaña o en largas jornadas sobre el asfalto.
Más maniobrabilidad en montaña
Los contrarios a la idea de usar pedales automáticos aseguran que, en varias modalidades ciclistas, precisamente se necesita lo contrario. Es el caso del ciclismo de montaña. Con más libertad para moverse en la bicicleta se gana en capacidad de maniobra, algo necesario para afrontar un terreno de dificultad técnica. Los pedales tradicionales permiten realizar maniobras especiales, como el equilibrio estático con varios saltitos para alinearse o el bunny-hop. En el este último caso, en el que hay que alzar la rueda delantera previamente a alcanzar un obstáculo y después sortearlo también con la de atrás, aquellos que se hayan acostumbrado a hacerlo con los pedales automáticos encontrarán serias dificultades para hacerlo sin ellos. Pero es entendible que los que apuestan por los pedales planos defiendan su mejor maniobrabilidad. La otra cara de la moneda está en la seguridad. Los terrenos abruptos e inestables por los que se mueve una bicicleta de montaña generan situaciones de desequilibrio que hacen muy fácil que el pie resbale. El accidente suele estar asegurado. Aquí los pedales automáticos ganan la partida por goleada, porque garantizan una mayor estabilidad y permiten seguir pedaleando hasta salir del apuro. ¿Conclusión? Con los pedales automáticos el pie no se te resbalará del pedal, pero tampoco tendrás la libertad de movimientos que ofrecen los pedales tradicionales.
¿Y en la carretera?
Aquí las dudas son mucho menores. Cuando se afronta un terreno uniforme y prolongado, hay pocas cosas que marquen más la diferencia que los pedales automáticos. El aprovechamiento de cada pedalada debido al contacto directo entre el pie y el pedal es indudable, sobre todo en el punto muerto que se produce justo antes de que ambos alcancen el lugar más alto del recorrido. El ciclista puede concentrarse en aplicar toda la potencia al esfuerzo porque no estará expuesto a sobresaltos, ni siquiera cuando se ponga de pie sobre los pedales. La eficiencia que proveen es la razón por la que será difícil que veas a muchos ciclistas de carretera que no cuenten con pedales automáticos.
Precauciones previas antes de usarlos
Que los pedales automáticos ofrezcan serias ventajas competitivas no quiere decir que todo sea coser y cantar; requieren un inevitable proceso de adaptación y, frente a los tradicionales, unas mínimas atenciones y mantenimiento. La mejor manera de llevarse bien con ellos es practicar su uso hasta dominarlos. Es aconsejable colocar el ajuste en la posición de mayor holgura y dar algunas pedaladas de esa forma. Poco a poco iremos dando con el punto idóneo y ganaremos en soltura. Prueba a liberar el pie en parado todas las veces que puedas hasta que domines la técnica. En cuanto a su mantenimiento, la mejor forma de que los pedales automáticos estén siempre a punto es limpiarlos de vez en cuando, examinar la tensión del muelle del pedal y engrasarlo. También debemos asegurarnos de que los tornillos de las calas están bien apretados, sin que haya holguras.
¿Entonces son imprescindibles o no?
¿Cuál es la conclusión a la que llegamos sobre los pedales automáticos? Que ofrecen muchos beneficios y ayudan a mejorar la práctica del ciclismo, pero con matices. No lo hacen si no somos capaces de sacarles partido, por lo tanto es imprescindible familiarizarse con ellos e incluso entrenarse en su uso. Por otra parte, es en el ciclismo de montaña, en el que entra en juego la maniobrabilidad del ciclista, donde su uso puede ser cuestionable. En cualquier caso, se trata de una elección muy personal. Si estás pensando en adquirir unos pedales automáticos, infórmate bien sobre los diferentes tipos (Crankbrothers, SPD, Speedplay…) y las características que presentan. Para hacer una compra adecuada a tus necesidades, siempre compara sus prestaciones y precios.