El Tour de Francia 2018 tendrá 3.329 kilómetros, se recorrerá en el sentido de las agujas del reloj e incluirá alicientes como el viento de la costa Oeste, el adoquinado del Norte, y dos bloques de altísima montaña en los Alpes y en los Pirineos, donde se anuncia una espectacular traca final.
Y no; no hay contrarreloj individual para especialistas, mayormente Tom Dumoulin, el campeón del Mundo en Bergen. En su lugar, la ASO ha dispuesto una crono por equipos de 35 kilómetros en la tercera etapa y otra individual de 31 kilóemetros, sin un metro llano y con hasta cuatro cotas puntuables en el camino hacia la fronteriza Ezpeleta, en el País Vasco francés, la víspera de llegar a París.
Puede ser la etapa decisiva, pero no es la contrarreloj que quisiera Dumoulin. Tampoco sus seguidores, que ya lo animan a defender el título en el Giro de Italia y a estrenar su palmarés en la Vuelta a España, mientras él guarda silencio, esperando a conocer sus recorridos para tomar la decisión final.
En realidad, ni Chris Froome las tiene todas consigo: “Es el Tour más peligroso que he corrido, con muchos retos. Me dan miedo los primeros 9 días”. En el recuerdo del tetracampeón, que buscará entrar con una quinta victoria en el Olimpo de Induráin, Merckx, Hinault y Anquetil, está su abandono en 2014, camino de Arenberg, cuando se cayó dos veces bajo la lluvia y dijo adiós sin entrar siquiera en el pavés, ése que este año invadirá la novena etapa con 21 kilómetros repartidos en 15 tramos, entre ellos el Cinco Estrellas del Carrefour de L’Arbre, en la ruta que lleva a la emblemática Roubaix, capital del Infierno del Norte.
Habrá nada menos que 6 jornadas de alta montaña repartidas entre los Alpes y los Pirineos, que suman 21 grandes puertos
Es el día al que también teme Eusebio Unzué, el mánager del liviano Nairo Quintana, que está obligado a pasar no sólo el filtro de los adoquines, sino también el de las etapas presumiblemente ventosas que lo van a preceder, si quiere llegar indemne a una montaña que le gusta y en la que debe brillar para no ser devorado por la sombra de Mikel Landa, al acecho de su liderazgo en el Movistar.
Un nuevo coloso pirenaico
La montaña marcará a fuego la 105ª edición del Tour de Francia a partir de su ecuador. Tanto que en no pocos círculos de debate se apunta a que la organización ha buscado incrementar las opciones de victoria de Romain Bardet, el francés mejor posicionado para romper una sequía de triunfos absolutos que data de 1985, año de la quinta y última victoria de Bernard Hinault.
El menú es de los más completos de la última década, con seis jornadas de alta montaña repartidas entre los Alpes y los Pirineos, que suman 21 grandes puertos.
Entre ellos figuran mitos como La Madeleine, Alpe d’Huez, Tourmalet y Aubisque, y sonados estrenos que ya levantan expectación, como el inédito Col de Portet -el Nuevo Tourmalet, como lo ha bautizado Christian Prudhomme-.
La gran novedad pirenaica, techo del Tour a más de 2.200 metros, y con 17 kilómetros de subida a una media del 8%, aparecerá como final de una etapa revolucionaria en la carrera, con sólo 65 kilómetros, 40 de ellos de escalada pura.
En 105 años de historia, sólo existe un precedente de etapa en línea más corta: fue en 1971, cuando se disputaron 19 kilómetros entre Luchon y la estación de Superbagnères. Lógicamente, fue eso lo más comentado y lo que dejó más asombrado al auditorio del Palacio de Congresos de París, entre la opinión mayoritaria de que ese día la carrera será prácticamente incontrolable, y se echará en falta a un Alberto Contador que, tras la presentación, lamentó lo tardío de la innovación.
El Tour de Francia 2018 aplicará por vez primera la nueva normativa UCI que, por motivos de seguridad, obliga a reducir los equipos de 9 a 8 corredores
Pero hay mucho más que el Portet. Descontada la doble subida al Muro de Bretaña, única gran dificultad en la primera semana, la verdadera montaña aparecerá cuando la caravana del Tour dé cuenta de los adoquines de Roubaix y tome el avión rumbo a los Alpes.
El primer contacto, en la décima etapa, entre Annecy y Le Grand Bornand, incluirá cuatro puertos, entre ellos otra gran novedad, el Plateau de Glières y sus 2 kilómetros sin asfaltar, y con el Col de la Colombière muy cerca de la meta. Al día siguiente, la segunda toma alpina incluirá tres puertos de envergadura, la Montée de Bisanne y el Col de Pré, con continuación hacia la cima de la Cormet de Roselend, y el novedoso final, no demasiado exigente, en la estación de La Rosière.
La gran etapa reina cerrará el tríptico marcando un récord con los más de 5.000 metros de desnivel resultantes de acabar en Alpe d’Huez y sus 21 curvas, tras pasar dos colosos: La Madeleine y la Croix de Fer.
Superados los Alpes, el Tour realizará una transición de tres etapas hacia los Pirineos, en la que destaca la ya clásica travesía por el Macizo Central, con final en el Aeródromo de Mende, una subida explosiva que nunca defrauda. De ahí la carrera tomará rumbo a la pintoresca villa medieval de Carcassonne, donde tiene programada la última jornada de descanso, antes de encarar cuatro días en los Pirineos, algo inédito en las últimas ediciones.
La caravana ciclista se establecerá en Pau para afrontar una traca final con un total de diez puertos. La primera ración llegará en la 16ª etapa, con las ascensiones al Portet d’Aspet, el Col de Menté y el Portillon, y final en la localidad de Bagnères de Luchon, tras una incursión de 16 kilómetros por territorio español.
Será el día previo a la esperada etapa del col de Portet, en la que se subirán de salida el Peyresourde, más su prolongación a Peyragudes, y el mítico Val Louron, antes de que el Nuevo Tourmalet sentencie en el final de carrera. En la jornada siguiente se correrá un trayecto pirenaico de transición hasta Pau, sin grandes cotas, que será la antesala de una 19ª etapa muy especial para los amantes de los escenarios más legendarios.
En ella se subirán el Aspin, el verdadero Tourmalet, por su vertiente de La Mongie, y se recuperará el mítico Col d’Aubisque como punto clave, puesto que se coronará a menos de 20 kilómetros de la meta de Laruns. La clásica trilogía pirenaica será la última ocasión para los escaladores, antes de afrontar la quebrada contrarreloj de Ezpeleta y el paseo final por los Campos Elíseos.
Equipos de ocho corredores
Más allá de la vuelta de tuerca al recorrido, el Tour de Francia 2018 aplicará por vez primera la nueva normativa UCI que, por motivos de seguridad, obliga a reducir los equipos de 9 a 8 corredores, con lo que la participación total bajará de 198 ciclistas a 176.
La medida es común para las tres grandes vueltas por etapas, con lo que sus efectos ya se podrán comprobar en el Giro de Italia.
Sí serán toques personales del Tour el incentivar con doble puntuación para la clasificación de la Montaña los puertos que sean final de etapa, con el objetivo de buscar un maillot de lunares involucrado en la lucha por la General, y el acercar a meta los
sprints intermedios bonificados, esta vez con 3, 2 y 1 segundos para los tres primeros.
Son los otros puntos llamativos de una Grande Boucle que arrancará desde la Isla de Noirmoutier una semana más tarde de lo habitual, el 7 de julio, para coincidir lo menos posible con el Mundial de Fútbol de Rusia, y que concluirá en París el día 29.