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La superioridad inteligente de Alberto Contador

La superioridad inteligente de Alberto Contador

Con el debido respeto a una etapa que incluye el Colle delle Finestre, una barbaridad de puerto que salva 1.700 metros de desnivel y tiene sin asfaltar los últimos kilómetros, con la cautela que hay que tener a falta de casi 400 kilómetros para que concluya en Milán el Giro de Italia 2015, se puede decir que Alberto Contador está a punto de lograr la victoria más autoritaria de su carrera en una gran vuelta. Quién lo diría, tras caerse y lastimarse un hombro, tener una avería mecánica con la carrera lanzada por sus rivales del Astana en las faldas mismas del Mortirolo, tras padecer una segunda caída y esquivar por poco el desastre... Quién lo diría, si aún no ha ganado una etapa y puede proclamarse bicampeón sin un triunfo parcial en la Corsa Rosa, puesto que fue desposeído de los dos obtenidos en el Giro de 2011, que le quitaron por presunto dopaje. Pero sí; se puede decir que va a ser su mayor demostración de superioridad en una gran vuelta, a falta de la última gran etapa de montaña.
"Contador ha dominado todos los registros: ha sido segundo en la crono por equipos, tercero en la individual, dominador sin victorias en la montaña, y se ha disfrazado unas veces de Indurain, otras de Hinault, y otras hasta de Pantani"
Primero porque ha alcanzado una diferencia decisiva que tiene sometidos a sus rivales, Fabio Aru y Mikel Landa, como demuestra una estrategia encaminada a salvaguardar los puestos de podio y ganar etapas; y segundo porque, cuando lo ha necesitado, se ha exhibido sin paliativos, con una demostración de inteligencia en carrera que ha tapado a los ojos del gran público el decepcionante rendimiento del Tinkoff, excepción hecha de la crono por equipos, algunos detalles puntuales de Michael Rogers, y la rueda salvadora de Ivan Basso en el momento crítico de la etapa reina. Fue ahí, a pie del terrible Mortirolo, donde Contador se desató, con el tándem del Astana tomándole casi un minuto y 12,5 kilómetros al 10,3% que subir. Fue ahí, a más de 40 kilómetros de la meta de Aprica, donde Contador disipó cualquier duda con una ascensión de antología, a la altura del mito Pantani, su ídolo de adolescencia. “Marco era una inspiración para mí”, recordó en la víspera. Fue ahí, con la subida al Mortirolo engalanada de recuerdos del Pirata, monumento incluido, donde el de Pinto calcó la famosa remontada del malogrado campeón de Cesenatico en el Santuario de Oropa en aquel Giro maldito de 1999, y remontó al pelotón. Como Pantani, fue cogiendo grupos, respirando un instante a rueda para coger aire, volviendo atacar para ir a por el siguiente. Y así hasta coger al grupo del Astana, con el consiguiente golpe psicológico. Aru, el joven Aru, sobre el que han caído todas las ilusiones de los tifosi italianos, no aguantó el golpe, pero supo digerirlo: dejó libertad a Mikel Landa y, al fin, el joven vitoriano pudo mostrar al mundo su calidad sin cortapisas, aunque fuera a rueda del imponente holandés Steven Kruijswijk y del inevitable líder de la carrera. Fueron dos etapas ganadas por Landa en territorio Pantani, a cada cuál mejor, pero siempre con el calculado control de Contador, una maglia rosa capaz de un día dejar hacer al vasco, como en Madonna di Campiglio, y otro devolverle la moneda de su acelerón en compañía de Aru y demás Astanas tras la avería en el Mortirolo, con una cabalgada tan sorprendente como espectacular en el Monte Ologno, camino de Verbania.
"Todo lo ponderable lo habrá controlado Contador, un ciclista encarrilado hacia el Olimpo de los más grandes, por superior e inteligente"
Contador ha dominado todos los registros: ha sido segundo en la crono por equipos, tercero en la individual, dominador sin victorias en la montaña, y se ha disfrazado unas veces de Indurain, otras de Hinault, y otras hasta de Pantani. Y como a los grandes campeones, se le ha visto pendiente de los detalles: de beber y alimentarse en los valles, de saber escoger los momentos más críticos de sus rivales para atacar, de saber encontrar aliados, de consensuar con Faustino, su mecánico, una nueva posición en la bicicleta para mitigar las molestias en el hombro y, finalmente, de plasmar en la carretera una superioridad tanto física como psicológica. Alberto Contador Es cierto que ni Fabio Aru ni Mikel Landa –aunque la proyección de ambos de cara al futuro sea extraordinaria-, ni ninguno de los corredores que conforman el actual top 10 del Giro son Nairo Quintana, Vincenzo Nibali y Chris Froome, los temibles adversarios para el Tour de Francia. Pero no menos cierto es que la versatilidad exhibida por Contador en el Giro puede tener un peso psicológico de cara al gran duelo que se avecina en tierras francesas, por no hablar de las sensaciones en positivo que acumula un ganador de grande, empezando por la tranquilidad que da el tener ya una gran victoria a mitad de temporada. El otro aspecto, la recuperación entre carreras, puede resultar más secundario de lo que pueda parecer porque, cuando termine el Giro este 31 de mayo en Milán, habrá 34 días hasta el inicio del Tour de Francia en Utrecht, es decir, dos semanas más de lo que ha venido siendo normal en la mayoría de estos años de atrás. Cuando leáis estas líneas, caben como posibilidades que todavía no se haya dado la salida a la gran etapa de montaña final, que Contador ya haya rematado la carrera en la cima de Sestrières, quizá hasta con victoria de etapa, o que haya sucedido lo que nadie quiere, un imponderable. Pero podéis tener la certeza de que todo lo ponderable lo habrá controlado Contador, un ciclista encarrilado hacia el Olimpo de los más grandes, por superior e inteligente.
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