Dicen que cada vuelta por etapas tiene su propia idiosincrasia. ¿Cuál es la del Giro de Italia? El ambiente en el Giro es completamente diferente. Digamos que el Tour de Francia es la Champions, pero el público no es realmente el más entendido en ciclismo. Hay gente que se toma vacaciones y acude al Tour como quien asiste a un espectáculo. En la Vuelta, la carrera discurre en buena medida en verano y por zonas turísticas, por lo que acude mucho veraneante. Pero el Giro es para la gente que tiene pasión. Es gente que entiende de ciclismo y se nota la diferencia. Todos los pueblos y ciudades de paso se vuelcan: los balcones rosas, las calles pintadas de rosa. El mes de mayo pasa a ser rosa en Italia por culpa del Giro y los italianos lo sienten como algo muy suyo. Todo el mundo habla del Giro. Como ciclista, percibes esa pasión del público y sabes que está allí porque entiende de ciclismo.
¿Cómo influye la particularidad del Giro en la propia competición? ¿Es muy diferente a una carrera como el Tour de Francia? La composición de la carrera es la misma, pero en el fondo son muy diferentes. En el Tour la tensión es máxima porque hay mucho en juego. Los patrocinadores rentabilizan el 90% de su inversión en el Tour y la parafernalia es mayor. Hay un montón de invitados, de patrocinadores... Hay casi otro equipo paralelo siguiendo la carrera. Todo esto provoca que la tensión suba y la responsabilidad también. En ese sentido, el Giro es más relajado. Pero es una cita muy importante porque es la primera grande del año. ¿Y cómo afronta el Giro un equipo como Education First? Tenemos depositadas grandes expectativas porque no nos han salido bien las cosas en los últimos meses. Nos ha golpeado bastante la gripe que se extendió en el pelotón y ha habido momentos en los que hemos tenido hasta 17 corredores de baja. Cuando parecía que estábamos remontando, llegó la caída masiva en Lieja, que afectó a cinco de nuestros corredores. Dos de ellos tendrían que haber participado en el Giro, pero sufrieron diversas fracturas. Luego fue la caída de Rigoberto Urán en Romandía, aunque no contábamos con él para la prueba. Hemos pasado momentos malos, pero vemos que la tendencia del equipo es ascendente. Nos hace falta un buen resultado a corto plazo para que el equipo se contagie y entre en dinámica ganadora.
En esta temporada ha habido momentos en los que hemos tenido hasta 17 corredores de baja al mismo tiempo.En Italia quiero conseguir es que ese clic llegue enseguida. Contamos con Magnus Cort Nielsen, que ha tenido una fractura de clavícula y de muñeca. No creo que esté competitivo desde el minuto uno, pero creo que nos ayudará a cambiar la dinámica. De este modo, podremos afrontar el resto del Giro algo más relajados y apostar con Hugh Carthy por la general. ¿Y cómo ves el recorrido del Giro de este año? Este año el Giro empieza potente. La primera etapa ya tiene un final en alto: un puerto de cuarta categoría, pero son 5 km en los que hay que entrar bien colocado desde abajo y eso genera tensión. El segundo día es una crono. El tercer día, un traslado a Sicilia y el ascenso al Etna. Creo que es un comienzo que va a crear diferencias y que va a abrir la carrera. Hablamos de Alpes y Dolomitas, pero es que ya la novena etapa, la del Blockhaus, es una barbaridad con 5.000 m de desnivel. La parte final de la carrera es más bien clásica. No tiene etapas excesivamente largas, pero ascendemos puertos míticos de los Dolomitas. En definitiva, no puedes llegar justo de forma y regalar segundos porque luego pueden pesar mucho. Es lo que quiero transmitir a mis corredores. Volvamos a tu etapa como ciclista en activo. ¿Qué victoria te marcó más como profesional? Indudablemente, la victoria con más repercusión fue la que logré en Mont-Ventoux, en el Tour de 2009. Pero para mí fue inolvidable la victoria en la Clásica de San Sebastián de 2007, aunque fui el segundo en cruzar la meta (el ganador de aquella edición, Leonardo Bertagnolli, fue descalificado por dopaje y Juanma fue designado ganador).
La victoria más inolvidable para mí fue la conseguida en la Clásica de San Sebastián.Soy de Irun, en las faldas de Jaizkibel (la subida emblemática de la Clásica). He crecido y me he aficionado al ciclismo subiendo a Jaizkibel con la mochila y el bocata para ver la Clásica. Lo hice con mis amigos y lo hice con mi familia. Luchar por la victoria años después en ese mismo escenario fue inolvidable. Es la carrera que más me ha marcado. El año pasado ganamos con Neilson Powless y para mí fue un subidón como director de equipo. Tampoco puedo olvidar la victoria en el Giro, en el alto de San Pellegrino. Me vino superbien. Después de varios top ten, sentía que me la merecía. Fuiste uno de los ciclistas que hizo carrera en el extranjero cuando todavía no era algo demasiado habitual Sí que fuimos un poco pioneros en marcharnos al extranjero, pero tampoco tuvimos otra opción. Antes que yo abrieron camino ciclistas como Iñigo Chaurreau, Ion Odriola, Astarloa, o el mismo Oscar Freire, que ganó tres Mundiales. Ahora es casi lo habitual. A través de las redes estás más cerca del aficionado. En nuestra época, necesitabas que la prensa se acordara de ti. Soy consciente de que en Euskaltel, por ejemplo, habría tenido otro seguimiento. Pero haber corrido fuera me ha dado otras cosas, otros valores, otros conocimientos. No me arrepiento nada. Y después de unos cuantos años como director deportivo, cuáles son las lecciones aprendidas El ciclismo es muy duro y me llama especialmente la atención el aspecto mental. Estar al otro lado me ha enseñado a comprender lo importante que es la mentalidad para un deportista de élite. A veces, la diferencia entre estar o no estar radica en la cabeza y es lo que más sigue sorprendiéndome. Como director, me toca gestionar esas emociones. Cuando eres capaz de reenfocar, el rendimiento sube exponencialmente. Y esa es mi labor: corregir errores sin perder la motivación y la confianza. Enfadarte es poco productivo, prefiero afrontar los problemas de mis corredores desde un punto de vista constructivo y creativo, y actuar.
Desde tu posición, ¿cómo valoras la creciente exposición pública de los equipos ciclistas? ¿Qué te parecen iniciativas como El día menos pensado de Movistar, que tanto ha dado que hablar? A veces se dicen cosas que sacadas de contexto pueden malinterpretarse. Pero no lo veo mal, en absoluto. Ser transparente es bueno y es lo que estamos haciendo en los equipos en los últimos años. Nos debemos a los patrocinadores y nos debemos al público. Los tiempos han cambiado y la gente quiere saber qué pasa más allá de las carreras. Lo vemos en el fútbol, en el motociclismo, en el tenis... Pero es que el ciclismo es cercano por naturaleza, ya que los mejores ciclistas del mundo pasan a dos metros del público. Un ejemplo: en la última Vuelta País Vasco, le di permiso a uno de mis hijos para que faltara a clase y así poder acercarse a ver cómo calentaba Roglic antes de una de la etapas. Si tuvieras que hacer balances de todos estos años... Nunca hubiera pensado correr como profesional 14 años y conseguir lo que he conseguido. De hecho, en mi último año de aficionado me hubiera dado por satisfecho con sólo tener la oportunidad de debutar en la máxima categoría. Nunca me he considerado una estrella, sino u ciclista que ha sabido aprovechar sus oportunidades, que leía bien las carreras y que sabía moverse. Sin duda, repetiría y escogería el ciclismo.