Tour de Francia: los puertos de montaña más míticos que se han subido en la ronda gala

Tour de Francia: los puertos de montaña más míticos que se han subido en la ronda gala

Tour de Francia

Tourmalet, Aubisque, Croix de Fer, Izoard, Galibier, Alpe d’Huez, Mont Ventoux, Puy de Dôme… ¿Cuáles son los puertos más decisivos del Tour y dónde radica su dureza? ¿Cuáles dictaron las sentencias más memorables y qué escaladores entraron en la leyenda en sus rampas?

Desde que la montaña empezó a escribir en 1910 las páginas más épicas del Tour, con las primeras conquistas pirenaicas de Octave Lapize, los grandes colosos han cautivado al aficionado por su capacidad de dar y quitar la gloria, y por ser el escenario de muchas de las mayores gestas del ciclismo, hasta el punto de ligar sus nombres al de los grandes ciclistas que hicieron historia en sus rampas, en una especie de alianza mágica entre el hombre y la Naturaleza que ha venido perdurando en el tiempo.

Saber más de los puertos y sus héroes, explorar sus claves desde lo más objetivo a lo subjetivo, nos hará comprender mejor por qué la montaña es el desafío más apasionante al que cada año se enfrentan los esforzados de la ruta en el Tour de Francia.

La montaña del Tour ejerce un magnetismo tan especial que los buenos aficionados esperan impacientes cada año para conocer qué puertos se incluirán en la próxima edición y cómo se distribuirán, a si se subirán primero los Alpes o los Pirineos, o qué finales en alto habrá o cuál será el puerto más alto.

Es como un universo con identidad propia que obedece a una lógica muy particular, con una terminología que debemos conocer y analizar, si queremos saber de antemano dónde y cómo se puede jugar el maillot amarillo. Veamos algunas claves:

Cómo se valoran las categorías de los puertos

Col de Peyresourde

A menudo el aficionado habrá escuchado eso de que este puerto puntúa fuera de categoría y aquel de más allá, de segunda o de tercera. La lógica de cada uno relaciona enseguida esas categorías con el grado de dureza de las subidas, con la simple observación de que los puertos más exigentes son los que se califican con el ordinario más bajo. Y así es: el Tour de Francia contempla cinco categorías que van in crescendo, a partir de la cuarta categoría que cataloga a las subidas más leves.

Así, las cotas de tercera y segunda categoría serán los siguientes niveles, antes de completar la escala convencional con los puertos de primera categoría.

Pero, ¿qué pasa con la quinta categoría que nos queda? El Tour de Francia puntuó de primera categoría a los puertos más históricos y exigentes hasta la edición de 1978, pero entonces la organización observó que la gran cantidad de subidas programadas con esa catalogación equiparaba a los puertos más históricos y de datos altimétricos más exigentes, con otros más llevaderos.

Todos estaban en el mismo saco de la primera categoría, pero se daban diferencias de dureza sobre las que se hacía necesario intervenir. El Tour de Francia decidió hacerlo en 1979, cuando creó los Hors Catégorie –Fuera de Categoría- para distinguir a los cols más duros y complementar la escala convencional.

No existe una norma rígida, pero se acepta que una etapa de alta montaña es la que salva desniveles acumulados por encima de los 4.000 metros

Los grados de dureza determinan las categorías pero, ¿cómo se calcula la dureza? Pues apelando en gran parte a la objetividad de las matemáticas para calcular lo que se llama el coeficiente de dificultad. Este parámetro se obtiene a partir de los datos altimétricos de los puertos, que básicamente son:

  • La longitud de la subida.
  • El desnivel a salvar -diferencia entre la altitud al inicio del puerto y la de su cima-.
  • La inclinación de las pendientes, cuyo porcentaje medio se obtiene a partir de los dos primeros, utilizando una sencilla fórmula: dividir los metros ascendidos –el desnivel- entre los metros recorridos –longitud-, y multiplicar el resultado por 100.

Sirvámonos de un ejemplo práctico: el col du Tourmalet, desde su vertiente de Sainte Marie de Campan, tiene 17,2 kilómetros de ascensión, en los que se salvan 1.268 metros de desnivel. Si aplicamos la fórmula, dividiríamos 1.268 metros entre 17.200 y multiplicaríamos el resultado por 100, para obtener una pendiente media del 7,37%.

Conocidos los datos a tener en cuenta, veamos cómo se combinan para obtener el coeficiente de dificultad que va a determinar la categoría de cada puerto, partiendo de la base de que existen varias formas de calcularlo. Una de las más utilizadas es la fórmula de la web Altimetrías de Puertos de Montaña, que incorpora una tabla Excel en la que se van insertando las diferentes altitudes que se alcanzan kilómetro por kilómetro para obtener la pendiente media de cada uno de ellos y su correspondiente coeficiente, resultante de combinar los dos primeros datos.

Lógicamente, cuanta más pendiente media tiene un kilómetro, mayor es su coeficiente, y será la suma de todos ellos la que dé el coeficiente general del puerto, que luego se trasladará a una tabla de equivalencias para establecer las categorías.

Atendiendo a esta fórmula, el Tourmalet tendría un coeficiente de 315 y superaría con creces el tope mínimo establecido para puntuar un puerto como Hors Catégorie, o de categoría especial. De ahí para abajo, la tabla de equivalencias va estableciendo diferentes tramos que hacen decrecer las categorías en función de los coeficientes, hasta llegar al escalón más bajo: el de las cotas de cuarta categoría.

El Tour de Francia tiene su particular baremo para categorizar los puertos de acuerdo con las matemáticas, pero no lo fía todo a la frialdad de los números, sino que también tiene en cuenta aspectos con más carga de subjetividad. Un ejemplo es la ubicación estratégica de los puertos, que en algunos casos pueden aumentar de categoría cuanto más al final de las etapas estén, o si su altitud constituye un hito dentro del recorrido, como puede pasar con el puerto más elevado de cada edición, el que otorga el Souvenir Henri Desgrange, con dotación económica aparte y más puntuación para el Gran Premio de la Montaña.

Cada gran vuelta tiene sus propios métodos, y un ejemplo paradigmático es el del Giro de Italia, donde no existen los puertos Fuera de Categoría o de Categoría Especial, pero todas están de acuerdo en algo: la máxima categoría engloba a los puertos más históricos y duros.

¿Qué diferencia hay entre montaña y alta montaña?

Tour de Francia 2021

La montaña varía en cada edición del Tour de Francia: hay años con más carga de dureza en los Alpes que en los Pirineos, o viceversa; y otros en los que las cordilleras secundarias que constituyen el Macizo Central, el Jura o Los Vosgos tienen un peso equiparable al de cualquiera de las dos principales.

El número de etapas de montaña y su densidad de puertos programados son los factores que determinan la dureza global, haciendo siempre la precisión de que son los propios corredores, con sus ritmos y con su combatividad, los que finalmente tienen la última palabra a la hora de hacer más o menos dura una carrera.

Pero hay un punto de partida. Como sucede con los puertos las etapas también se clasifican, y hasta se les da un coeficiente en función de factores como el desnivel acumulado que salven, el número total de puertos y la exigencia de las subidas que se sitúen al final, sobre todo si son de Hors Catégorie.

Bajo estas premisas, se pueden diferenciar etapas de media y de alta montaña, conceptos que, más que depender de la altitud que parecen señalar sus calificativos, tienen que ver con la dureza acumulada y su ubicación estratégica. No existe una norma rígida, pero se acepta que una etapa de alta montaña es la que salva desniveles acumulados por encima de los 4.000 metros, programando al menos dos puertos de gran envergadura y situando uno de ellos como final o, en su defecto, muy cerca de la meta.

En un Tour suele haber varias etapas de estas características y la que presenta los datos altimétricos más elevados es la que se considera como etapa reina, sobre todo si es además la que tiene el mayor kilometraje.

Que el tramo final sea duro es el factor clave de la alta montaña, pues se han dado casos en los que la ubicación lejos de meta de colosos como el Tourmalet o el Aubisque evitó tal consideración. Y en el lado opuesto, se han realizado etapas de media montaña, plagadas de puertos de segunda y tercera categoría, y con una o ninguna subida de primera, que han sumado desniveles totales propios de la alta montaña y han sido decisivas, por incluir un final exigente capaz de incentivar los ataques.

Un ejemplo muy recordado es la famosa etapa del Tour de Francia de 1995 con final en Mende, donde una ofensiva del equipo ONCE puso en jaque el maillot amarillo de Miguel Induráin. Melchor Mauri, uno de los peones utilizados por Manolo Sáiz en aquel ataque coral, dio una de las claves: “Ante una etapa dura, la gente se mentaliza que va a tener que sufrir y aguanta al máximo. Pero ese día no parecía una etapa de excesiva dureza, no había grandes puertos. La mayoría de corredores no salieron con la mentalidad de tener que sufrir y por eso no aguantaron el ritmo”. Aquello que sucedió en la media montaña del Macizo Central enseña que hay ocasiones en que todo es más una cuestión de mentalidad que de porcentajes y desniveles.

La pesadilla de los velocistas en las etapas de montaña

Tour de Francia

Hemos hablado del ritmo de los ciclistas como factor clave que determina la dureza real de una etapa, pero falta por ver otra de las consecuencias más sustanciales que puede suponer para la carrera: el llamado fuera de control.

Todas las carreras incluyen en su reglamentación unos límites de tiempo para cubrir los recorridos y el Tour de Francia no es una excepción. Su control de tiempo de cada etapa fija un horario límite de llegada a meta que, de ser rebasado, provoca la descalificación automática de los ciclistas que no lo hayan cumplido.

Ello supone un gran problema para los velocistas y aquellos corredores cuya fisonomía está alejada de la finura propia de los escaladores, y les obliga a manejar una estrategia específica para evitar la eliminación a base de cumplir con la regla.

El fuera de control se establece en base a tres parámetros: el tipo de etapa que se afronta, el tiempo y la velocidad media que emplea el ganador de la etapa

Pero, ¿cómo saben de cuánto tiempo disponen para alcanzar la meta? La respuesta es una variable que se calcula en base a tres datos: el tipo de etapa que se afronta, el tiempo y la velocidad media que emplea el ganador. Para lo primero, el Tour de Francia otorga un coeficiente por cada uno de los siete tipos de etapa que contempla, y asigna un porcentaje límite a cada una de ellas que siempre va en función de la media de velocidad del ganador. Cuanto más dura sea la etapa por ritmo y tiempos, mayor será el margen de los sprinters para evitar el fuera de control.

Cómo se calculan los coeficientes del fuera de control

Los siete tipos de etapa y el cálculo que se hace en cada una de ellas es el siguiente:

  • Etapas llanas, de coeficiente 1: se aplica una horquilla que va del 3% de margen sobre el tiempo del ganador si la velocidad media ha sido igual o inferior a 36 km/h, al 11% si se superan los 50 km/h.
    Etapas de baja montaña, de coeficiente 2: la horquilla fluctúa entre el 6%, si se corre a 35 km/h o menos, y el 18% si se superan los 46 km/h.
    • Etapas de media montaña, de coeficiente 3: se aplica un 10% del tiempo del ganador si es de 35 km/h o menos, y se llega hasta el 18% si se corre a más de 46 km/h.
    Etapas de alta montaña, de coeficiente 4: la horquilla también se mueve del 10 al 18%, pero las velocidades medias que la comprenden bajan a 29 y 40 km/h, respectivamente.
    Etapas de montaña cortas, de coeficiente 4: mantienen los porcentajes del 10 y el 18% para delimitar la horquilla, que en este caso contempla unas velocidades medias del ganador igual o inferior a 29 km/h, y superior a 36 km/h.
    Contrarreloj individual, de coeficiente 6: se aplica un margen para el Fuera de Control del 25% sobre el tiempo del ganador.
    Contrarreloj por equipos, de coeficiente 7: el margen es del 30% sobre el crono marcado por el equipo ganador.

Cada edición del Tour de Francia tiene su propia tabla en la que figura la relación de todas las etapas con su correspondiente coeficiente, información que, como hemos visto, es muy valiosa para los velocistas, pero también para ciclistas que estén en trance de recuperarse de una caída, o bien gregarios que pretenden recobrar fuerzas reservándose por ejemplo en una contrarreloj. S

in embargo, el gran peligro del fuera de control está en la montaña y, en función de él, la llamada grupeta de velocistas calcula el ritmo al que debe transitar para cumplir con el porcentaje de tiempo correspondiente. De ahí que veamos alcanzar las metas montañosas en último lugar a nutridos pelotones, cuando por delante han ido entrando de uno en uno o en grupos muy reducidos.

Todos en el vagón de cola saben que nunca podrían coronar con los escaladores un coloso de la montaña del Tour y se autocondenan a una especie de vía crucis con calculadora.

Los puertos más míticos del Tour de Francia

Alpe d'Huez

La lista de los puertos míticos del Tour nunca está cerrada. Más allá de los grandes clásicos que son ya centenarios, la carrera ha ido incorporando nuevas subidas en las que se han tenido lugar episodios de gran trascendencia, incluso sin necesidad de presentar una dureza de Hors Catégorie.

Puertos menores como Pra Loup o Les Arcs fueron respectivamente las tumbas deportivas de dos pentacampeones; Eddy Merckx y Miguel Induráin.

Pero al igual que sucede en el fútbol, donde es más bonito ganar en un gran estadio y ante un gran equipo, sentenciar un Tour de Francia en un puerto legendario es algo que da a esa gesta un toque muy especial.

Hemos escogido siete puertos míticos que han sido escenario de episodios memorables:

Col du Tourmalet (Pirineos, 2.115 metros)

Col du Tourmalet

El Tourmalet fue primer gran puerto en ascenderse en los Pirineos, y el primero que llevó a la carrera por encima de los 2.000 metros, en la edición de 1910. Su gran peculiaridad es que sus dos vertientes son prácticamente simétricas: desde Luz Saint-Sauveur, se salvan 1.405 metros de desnivel en 18,8 kilómetros, a una media del 7,5%; mientras que la ascensión desde Sainte Marie de Campan tiene 17,2 kilómetros y salva 1.268 metros, a una media del 7,4%.

El Tour ha franqueado el gran coloso cerca de noventa veces, el que más en su historia, casi siempre como puerto de paso camino de finales de etapa en cercanas localidades pirenaicas, o de finales en alto clásicos, como Luz Ardiden o Superbagnéres. Federico Martín Bahamontes ostenta el récord de haberlo coronado en cabeza en cuatro ocasiones, seguido de grandes nombres como Jean Robic (3), Julio Jiménez (3) o Fausto Coppi, que pasó primero por su cima en sus dos Tours triunfales de 1949 y 1952.

El gran coloso pirenaico también pasó a la historia por su descenso, cuando Miguel Induráin atacó en los primeros tramos de la bajada e inició la gran escapada que le llevó a vestirse por primera vez de amarillo en la meta de Val Louron.

El Tourmalet cumplió cien años en 2010 y el Tour de Francia decidió conmemorar la efemérides programando una doble subida en dos etapas distintas. En la segunda fue final de carrera y ganó el luxemburgués Andy Schleck, que entró escapado con Alberto Contador.

Col du Galibier (Alpes, 2.645 metros)

Col du Galibier

Fue el primer gran coloso alpino, introducido en la edición de 1911. Desde entonces se ha convertido en el segundo puerto más utilizado por el Tour, después del Tourmalet. El Galibier está considerado como el puerto más extenuante si se afronta desde Saint Michel de Maurienne y se hace encadenado al col du Télégraphe.

Por esa vertiente norte remonta 1.933 metros de desnivel en 35 kilómetros al 5,48%, una pendiente media que queda desvirtuada por los cinco kilómetros de descenso que llevan de la cima del Télégraphe a la localidad de Valloire. El tramo diferencial del Galibier comienza a siete kilómetros de la cima, donde la pendiente ya no baja del 8% y la altitud causa estragos.

Tres españoles, Bahamontes, Julio Jiménez y Federico Ezquerra, lideran el palmarés con dos pasos en cabeza, igualados con el luxemburgués Charly Gaul y los franceses Henry Pelissier y Honoré Barthélémy. Y tres italianos se exhibieron en sus rampas para ganar el Tour: Gino Bartali (1937), Fausto Coppi (1952) y Marco Pantani (1998), cuyo ataque a cinco kilómetros de la cima, faltando setenta para la meta de Les Deux Alpes, desembocó en una de las gestas más impactantes de la era moderna del Tour de Francia.

Col d’Aubisque (Pirineos, 1.709 metros)

Col D Aubisque

El segundo puerto pirenaico más subido en la historia del Tour, desde que se estrenó con el Tourmalet en 1910. Su cumbre ya se hizo famosa ese año con la histórica frase de Octave Lapize, maldiciendo a los organizadores por incluir tanta dureza.

El Aubisque presenta su vertiente más dura desde la localidad de Laruns, con 17,3 kilómetros de subida al 6,9%, pendiente media que supera el 8% en sus siete kilómetros finales, para salvar un total de 1.198 metros de desnivel.

Por el otro lado, el que viene de Ferriéres, la subida al Aubisque se encadena a la del col du Soulor, por cuya carretera se hacen doce de los veintiún kilómetros de ascensión, de ahí que el mito pirenaico haya llegado a puntuar incluso de segunda categoría.

Federico Martín Bahamontes pasó cuatro veces primero por su cima y ostenta el récord, seguido de Charly Gaul, Julio Jiménez y Fausto Coppi. El italiano dio dos recitales de escalada en sus rampas en sus dos Tours triunfales de 1949 y 1952. Otro gran campeón como Miguel Induráin también lo franqueó en cabeza en 1989, antes de su tacada de cinco Tours.

Su marcada condición de puerto de paso le ha otorgado un papel más selectivo que decisivo, aunque en su historial figuran dos finales de etapa: en 1985 Stephen Roche ganó en su cima una minietapa de 52 kilómetros; y en 2007 lo hizo el danés Michael Rassmussen, antes de ser descalificado por la organización por negarse a pasar un control antidopaje.

Col d’Izoard (Alpes, 2.360 metros)

Col d'Izoard

El Izoard es uno de los iconos del Tour de Francia, desde que Henri Desgrange lo estrenara en 1922 y el belga Philippe Thys, triple campeón en París, inaugurara su palmarés.

Su subida más emblemática y famosa se realiza desde la localidad alpina de Guillestre, con dieciséis kilómetros al 6,9% de media para salvar 1.060 metros de desnivel. Es la vertiente de la Casse Déserte, un paraje desarbolado que marca el inicio del durísimo tramo final, y en el que están los monumentos a Fausto Coppi y Louison Bobet, el triple campeón francés del Tour que es también el que más veces ha coronado el coloso alpino en cabeza, en tres ocasiones.

Coppi lo hizo en su Tour triunfal de 1949 en una escapada legendaria camino de Aosta y repitió en 1951. Y su gran rival, Gino Bartali, lo consiguió antes y después de la Segunda Guerra Mundial, en 1938 y 1948, los años en que se proclamó vencedor en París.

Julián Berrendero, Jean Robic, Bahamontes, José Manuel Fuente, Eddy Merckx, Lucien Van Impe o Claudio Chiappucci son algunos de los nombres que completan el historial del Izoard.

Mont Ventoux (La Provenza, 1.909 metros)

Mont Ventoux

El coloso de La Provenza es una montaña aparte, aunque geológicamente pertenezca a los Alpes, y quizá sea la más peculiar del Tour.

Es un monte pelado por efecto del fuerte viento mistral que azota la zona, coronado por un observatorio militar y rodeado de campos de lavanda.

Por su vertiente más dura, desde la localidad de Bedoin, salva 1.588 metros de desnivel en 21,3 kilómetros de ascensión al 7,4%, una pendiente media que se endurece por encima del 10% en el tramo final, una vez que se supera el famoso Chalet Reynard.

El Mont Ventoux se empezó a subir en 1951 y en su palmarés figuran grandes nombres, como los de Jean Robic, Louison Bobet, Charly Gaul, Raymond Poulidor, Eddy Merckx, Marco Pantani o Chris Froome.

El llamado Gigante de la Provenza ha servido para aclarar la clasificación general y coronar en su cima a grandes campeones, pero gran parte de su fama se la debe al lado más trágico y dramático del ciclismo: el campeón británico, Tom Simpson, murió en sus rampas en 1967 a causa de una sobredosis de anfetaminas mezclada con alcohol que tuvo efectos letales cuando se combinó con el esfuerzo extremo y el calor.

En 1970, Eddy Merckx necesitó una mascarilla de oxígeno nada más ganar en su cima. En 2000, la victoria de Marco Pantani en el sprint final ante Lance Armstrong derivó en un gran enfado del italiano con el estadounidense, por decir públicamente que le había dejado ganar.

Y en 2016, la gran aglomeración de público en la subida provocó que Chris Froome subiera un tramo corriendo a pie tras chocar con su bici contra una moto de televisión.

Alpe d’Huez (Alpes, 1.850 metros)

L'Alpe d'Huez

El final en alto más famoso inició a lo grande su andadura en el Tour de Francia, con una gran exhibición escaladora de Fausto Coppi ante Jean Robic para ganar en solitario en la cima y dejar vista para sentencia su segunda victoria absoluta en París.

Il Campionissimo inauguró el palmarés de Alpe d’Huez en 1952, el año en que el Tour decidió subir por vez primera el espectacular puerto.

La ascensión arranca en Bourg- d’Oisans y en 13,1 kilómetros salva un desnivel de 1.073 metros, a una media del 8,2%, en un serpenteo con veintiuna curvas de herradura numeradas en orden decreciente desde la base hasta la cima. Cada una recuerda en un cartel a los ganadores, algunas por partida doble, desde que el número de ganadores empezó a superar al de las curvas.

Aunque parezca raro, las herraduras de Alpe d’Huez son un pequeño alivio para los ciclistas, pues no presentan apenas inclinación. Lo peor de la ascensión es cada salida de ellas hacia la siguiente recta, donde los porcentajes se disparan hasta rondar el 10%.

La leyenda dice que quien sale de amarillo de Alpe d’Huez termina ganando en París, y esa máxima se cumplió con ciclistas como Bernard Hinault, Laurent Fignon, Miguel Induráin o Jan Ullrich

Después del gran triunfo inaugural de Fausto Coppi, el Tour de Francia no regresó a Alpe D’Huez hasta 1976, ya para erigirse en uno de los colosos míticos de la era más moderna del ciclismo. Las ocho victorias neerlandesas firmadas por Joop Zoetemelk (2), Hennie Kuiper (2), Peter Winnen (2), Steven Rooks y Gert-Jan Theunisse hasta 1989 hicieron que a la estación alpina se la conociera durante años como La Montaña de los Holandeses.

Tras esa época, la historia viró hacia Italia, con las dos victorias de Gianni Bugno, y las de Roberto Conti, Giuseppe Guerini y un Marco Pantani que ganó dos veces batiendo el récord de la ascensión.

La leyenda dice que quien sale de amarillo de Alpe d’Huez termina ganando en París, y esa máxima se cumplió con ciclistas como Bernard Hinault, Laurent Fignon, Miguel Induráin o Jan Ullrich, aunque las excepciones empezaron a darse cuando Perico Delgado perdió su liderato a manos de Steven Roche en 1987.

Otro español, el abulense Carlos Sastre, protagonizó en 2008 una de las mayores gestas de la historia de Alpe d’Huez, con un ataque prácticamente desde la base que le llevó a ganar en solitario y enfundarse el maillot amarillo que después llevaría hasta París.

Puy de Dôme (Macizo Central, 1.464 metros)

Maillot de la montaña

Como en el caso de Alpe d’Huez, el gran Fausto Coppi fue el primero en conquistar el Puy de Dôme en aquella triunfal edición de 1952, en la que el campeón italiano ganó por segunda vez el Tour. Desde ese año, el volcán del Macizo Central se erigió en un mito de la carrera, tanto por la peculiaridad de una subida sin curvas, que va rodeando el monte en espiral hasta alcanzar la cumbre, como por su extrema dureza final, con cuatro kilómetros rozando una pendiente media del 12%.

El monte más emblemático de la región de Auvernia ha sido escenario de grandes batallas en el Tour de Francia, como la que protagonizaron prácticamente codo con codo Jacques Anquetil y Raymond Poulidor con el liderato del Tour de 1964 en juego, en una etapa ganada por Julio Jiménez tras una memorable ascensión. El Relojero de Ávila recogió el testigo de las victorias españolas de manos de Federico Martín Bahamontes, que en su Tour victorioso de 1959 había arrasado en la cronoescalada al Puy de Dôme metiéndole tres minutos y medio a Anquetil, y minuto y medio a su gran rival en la montaña, Charly Gaul.

El peculiar volcán también fue escenario de uno de los episodios más negros de la historia del Tour de Francia, cuando en la edición de 1975 un exaltado le propinó un puñetazo a Eddy Merckx. El campeón belga, que iba de amarillo y buscaba su sexto Tour, pudo salvar su liderato, pero dos días después pagó las consecuencias con su histórico hundimiento en Pra Loup.

El Puy de Dôme siguió siendo un referente de la montaña hasta que se dejó de subir a partir de 1988. La construcción de un tren cremallera hasta la cumbre propició que se prohibiera el acceso a vehículos motorizados y bicicletas, y el Tour de Francia se quedó sin el gran mito del Macizo Central.

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Escrito por
Jaime Fresno
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